miércoles, 30 de septiembre de 2009

collage de fotos CENTENARIO DE CALZADA

Collage de fotos realizado por alumnos de 2° de Iitinerario Formativo, y Juan Manuel armo el slide

viernes, 25 de septiembre de 2009

La Ciudad de Rafael Calzada


La ciudad de Rafael Calzada se encuentra ubicada en el Partido de Almirante Brown, a unos 25 Km al sur de la ciudad de Buenos Aires. Fué fundada el 18 de Julio de 1909, y lleva el nombre del Dr. Rafael Calzada, abogado y político español, quien donó los terrenos en los que se levantó la estación del ferrocarril que con el nombre de Villa Calzada fue habilitada en el mes de setiembre de 1909. En el año 1956 se cambió el nombre por el de Rafael Calzada, y en 1969 pasó de ser pueblo a ser ciudad. La imagen, una pintura realizada por la artista plastica Marta Hauth, muestra al palacio La Celina, que fuera residencia del Dr. Rafael Calzada, destruído por un incendio en el año 1950.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Vida y Obra:




1854 :

Nace en Villa de Navia, provincia de Oviedo (España) el 23 de enero. Sus padres fueron Rafael Fernández Calzada y doña Rosa Fernández Luengas.



1875 :

Llega e Buenos Aires en noviembre, luego de haber permanecido varios días en Montevideo.


1912 :
Fallece en Madrid su madre, doña Rosa Fernandez Luengas.
Fallece su padre político, don Juan G. González.


1929 :

Fallece el 4 de noviembre mientras caminaba en un anden de Plaza Constituci6n. Sus restos fueron velados en el domicilio del doctor Luis Méndez Calzada. E15 de noviembre, recibe sepultura en el cementerio de Villa Calzada

jueves, 3 de septiembre de 2009


18 de julio de 1909-18 de julio de 2009

Cincuenta años atrás


Cuando terminaba mi escolaridad primaria la sexagenaria villa se convertía en la ciudad de Rafael Calzada. En 1969 la localidad había crecido tanto que el gobierno de la provincia le dio la categoría de urbe. Por aquellos años la escuela donde terminé el séptimo grado era nacional, Escuela Número 50 Doctor Francisco Pico, un orgullo para la ciudad, para el partido y me atrevería a decir para la provincia. La formación que allí recibimos ha sido la base para nuestra escuela secundaria y para los estudios superiores a los que muchos de los egresados de ella, por aquellos tiempos, accedimos. La fisonomía de la recién nacida ciudad era muy distinta a la de hoy, nosotros éramos otros no sólo por la edad, sino por que el mundo era otro mundo. Las calles de tierra, los campitos, los baldíos con cañas e higueras eran nuestros territorios, en ellos nos sentíamos libres eran nuestro mundo privado, los compañeros de la escuela, eran nuestros vecinos, los amigos. En un aula de la 50 la señorita maestra llevó un día un gran aparato, una televisión blanco y negro, para el color faltaba casi una década, y un 20 de julio de aquél año asistimos al increíble hecho, por ese entonces, de la llegada del hombre a nuestro único satélite natural, la Luna. La San Martín era angosta, no había semáforos y viajar hasta Adrogué era toda una aventura, lomas de Zamora en tren, significaba un paseo de compras, el comercio en Villa Calzada era escaso, aunque había una excepción, " Casa Nasser", el turco era todo un pionero, su negocio en la vieja Veinticinco de Mayo era grandísimo, al menos para un chico de Calzada de hace medio siglo. Eran famosos sus extraordinarios sorteos, a los que asistía todo el pueblo, un día no recuerdo cuando o como consecuencias de que crisis económica, la casa cerró, hoy sobre Solís uno de sus herederos revivió un pequeño local de electrodomésticos, todo va y viene. Eran por entonces memorables las fogaratas del día de San Juan, donde se quemaban muñecos y asaban papas, en Colón y Nueve de Julio, en esa esquina frente a la también más que cincuentenaria " La Espiga de oro", llegaba y se instalaba por unas semanas " el Circo" con los gitanos que tan misteriosos nos resultaban. A veces cuando veíamos pasar al viejo ford de los Villanueva, desde la calle Rivadavia hacia un distante cliente, nos admirábamos de que pudiese funcionar casi sin hacer ruido. Por una moneda de un peso, de aquellas grandes, plateadas, que tenían al cabildo, se podían comprar muchas cosas en el Kiosco del manquito, en la esquina de la escuela 50, las figuritas de jugadores de fútbol eran las más populares, todos queríamos completar el albún para ganar una pelota, pero la difícil nunca salía. Los padres aparecían como héroes salvadores y la compraban para nosotros. Cuando se hizo el censo del setenta, algunos acompañamos a las maestras censistas y en una de las visitas domiciliarias vimos la pajarera más grande del mundo, si en la casa del señor Ozores vimos una jaula inmensa con cientos de aves multicolores, fue un gran hallazgo, su casa se convirtió pronto en un centro turístico, que competiría con las excursiones al lejano arroyo de Las Piedras, extramuros de nuestro pueblo, adonde íbamos en bicicleta a bañarnos y pescar. El cementerio del partido, que funciona desde 1884, era un lugar misterioso para nosotros, muchas veces entrábamos para curiosear en las viejas sepulturas y más de una vez salíamos corriendo al ver entrar un cortejo fúnebre y una fosa abierta para recibir a otro muerto. En aquellos días de pantalones cortos, cazábamos mariposas, lecheritas, tilines tilines, amarillitas, lo hacíamos con ramas de paraíso atadas, andábamos en bicicleta por todos lados, armábamos carritos con cajones de manzana y atábamos a nuestros perros para que los arrastraran, corriendo velozmente. Si bien todavía pasaba el carro del sillero, el de la panificadora y el del hielero, este último de mi propio abuelo, un leonés que desde los años treinta se afincó en la zona y allí vivió toda su vida, convertido en un paisano más que usaba bombacha bataraza, alpargatas y tomaba mate; ya ese mundo iba desapareciendo para dar lugar a nuestros pantalones largos, viajar en el San Vicente o el Cañuelas para ir hasta el Nacional y conocer a otros chicos. El asfalto comenzó a barrer a nuestras calles de tierra tan queridas, los potreros se fueron edificando, los molinos desapareciendo, los carros reemplazados por los camiones, la dependencia comercial de Lomas o Adrogué fue disminuyendo al crecer el comercio local. La Flor el Altamira y Solís ya no era la única panadería, aparecen los supermercados y se instalan varias escuelas privadas, primarias y secundarias. El pueblo se transformaba en una verdadera ciudad. Hoy al borde del centenario, transcurridos alrededor de cincuenta de los hechos relatados, si bien ya no vivo en mi ciudad, continúo yendo casi a diario, a comprar, visitar a mi madre que vive allí desde hace casi sesenta años y sigue siendo mi lugar en el mundo.

Muy feliz Centenario querido Villa Calzada.